A pesar de que cada año se gastan miles de millones de dólares en atención médica, la prevalencia anual de la lumbalgia o dolor lumbar (DL) sigue siendo cercana al 40% en la población adulta1 y esta afección sigue siendo una de las principales causas de discapacidad física y angustia psicológica.2 Los hallazgos recientes han indicado una alta prevalencia de trastornos del sueño en pacientes que sufren de DL crónico y agudo3 que pueden empeorar aún más los síntomas físicos y psicológicos del DL, además de contribuir al desarrollo de otras enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensión y la enfermedad de las arterias coronarias.3,4
Un meta-análisis, que consolida los datos de varios estudios importantes sobre DL, determinó que casi el 60% de los pacientes con DL dijeron «sí» a esta declaración en el cuestionario: «Duermo peor debido a mi espalda». 3 Aunque esto constituye una evidencia cuantitativa de una asociación significativa entre el DL y la perturbación del sueño, la direccionalidad de esa relación aún no se entiende bien.5
Comúnmente, el dolor se percibe como el agente responsable de la reducción de la calidad del sueño6 pero hay causa para creer que la relación entre el DL y la perturbación del sueño es bidireccional.5 Esta conclusión está respaldada por pruebas clínicas recientes que han sugerido que existe en una relación recíproca entre el sueño y el dolor,6,7 lo que lleva a la proposición de que el DL y la alteración del sueño pueden exacerbarse mutuamente. Múltiples experimentos de laboratorio han demostrado que la alteración de los patrones de sueño normales puede inducir dolor musculoesquelético en sujetos sanos y empeorar la intensidad del dolor en aquellos que ya sufren de dolor musculoesquelético u osteoartrítico. 8,9,10 Estos hallazgos, que ilustran el importante papel analgésico que puede tener el sueño en la mediación del dolor existente, han dado lugar a la propuesta de que existe una relación recíproca y cíclica entre el DL y la perturbación del sueño, en la que la lumbalgia contribuye a la mala calidad del sueño que, a su vez, puede empeorar la intensidad de la lumbalgia.5
En el primer estudio longitudinal que evaluó directamente la posibilidad de que existe una relación bidireccional entre el DL y la alteración del sueño, se encontró evidencia en apoyo de esta hipótesis.5 El estudio midió la tasa de alteraciones del sueño de los pacientes a través de medidas subjetivas, definidas por la percepción de la cantidad y calidad del sueño por parte de los sujetos, y mediante medidas objetivas, caracterizadas por datos biométricos obtenidos mientras los pacientes dormían. Se determinó que las noches durante las cuales los pacientes experimentaron tasas más altas de trastornos del sueño, fueron, en promedio, seguidas de días durante los cuales los pacientes experimentaron un aumento de la intensidad del dolor. A su vez, las tasas más altas de DL diurno dieron lugar a un sueño de menor calidad la noche siguiente, de acuerdo a las medidas subjetivas y objetivas, apoyando así la conclusión de que existe una relación recíproca y causal entre el DL y la alteración del sueño. 5 Además, se demostró que la relación era independiente de posibles factores coincidentes tales como la cronicidad del DL, así como factores psicológicos.5
Si bien este estudio constituye una fuerte evidencia de la existencia de una relación bidireccional entre las condiciones de DL y la alteración del sueño y está respaldado por otros estudios sobre la relación general entre el sueño y el dolor musculoesquelético,9,10 cabe señalar que también existen varios estudios en los que los pacientes que sufren otras formas de dolor crónico, no experimentaron una relación significativa dolor-sueño.11,12 A través de diferentes estudios, es difícil estandarizar la definición de la calidad del sueño y, además, la evaluación de la intensidad del dolor por parte de los pacientes es subjetiva; estos dos factores pueden explicar estos hallazgos contradictorios.5
Lo que se sabe con certeza es que hay una asociación significativa entre la alteración del sueño y el DL, y que es muy probable que estas condiciones se exacerben mutuamente, al menos en parte. Aunque ha habido algunos hallazgos prometedores en estudios longitudinales a largo plazo, que sugieren que la reducción de los problemas de sueño puede mejorar el pronóstico a largo plazo de la lumbalgia crónica,13 es imperativo que se lleven a cabo más investigaciones para definir mejor la relación entre la lumbalgia y la alteración del sueño y para desarrollar una mejor comprensión de cómo manejar eficazmente ambas condiciones. 5
Referencias:
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